CRUZADAS - pág.9

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El rey francés llegó a Acre en abril de 1191, y en junio arribó Ricardo. Tras un mes de asedio, los cruzados tomaron la plaza. Felipe regresó a Francia, mientras que Ricardo siguió hacia Jerusalén. En 1191, en Arsuf, derrotó a las fuerzas musulmanas, volvió a ocupar Jaffa y se apoderó de Darón en 1192, lo que le permitió firmar un armisticio de cinco años que protegía a los reinos y a los peregrinos cristianos. Ricardo regresó a Europa sin haber entrado nunca en la ciudad santa. Con ello finalizó la tercera cruzada, que aunque no logró recuperar Jerusalén, reafirmó los estados cristianos de oriente. Cuarta cruzada El impulso para el cuarto movimiento cruzado vino del papa Inocencio III, que desde 1198 había alentado a la cristiandad a emprender una nueva expedición. El llamamiento del papa encontró un gran eco entre la nobleza. Se decidió que el transporte de los ejércitos quedaría a cargo de Venecia, cuyas relaciones con Constantinopla eran muy tensas. El resentimiento de los bizantinos en contra de los privilegios comerciales de que disfrutaba la ciudad italiana en el imperio desembocaron en 1182 en una matanza de venecianos, en donde el pueblo insultó además al legado del papa. Dos objetivos divergentes animaron la cuarta cruzada para el papa y los caballeros: el cometido era destruir la potencia islámica de Egipto; para Venecia se trataba de conquistar Constantinopla.