AUSTRO-HÚNGARO, IMPERIO - pág.4

Pese a reconocerse algunos derechos a estos pueblos, como el de la expresión en su propia lengua, los partidos nacionalistas radicalizaron sus posturas por considerar mínimas estas concesiones.
A medida que el impulso nacionalista se extendía, el Partido Nacional-Liberal intentaba hacer fracasar la política promovida por el canciller Taaffe. Para ello contó con el apoyo de la población de habla alemana, muy poderosa económicamente.
En la esfera política aparecieron además otros partidos, como el Nacional Alemán, que promovía la unión de Austria y Alemania; el Cristiano Social de Karl Lueger, cuya base la constituían los miembros de la pequeña burguesía; y el Social Democrático de Friedrich Adler y Otto Bauer, que manifestaron una actitud comprensiva ante el problema de las nacionalidades eslavas.
Pese a la reforma electoral de 1882, la crisis política del imperio se acrecentó y el gobierno se vio obligado a otorgar el sufragio universal a todos los varones en 1896. Sin embargo, la población no alemana quedó insatisfecha al no ver resueltas sus iniciales pretensiones, sobre todo en Bohemia, donde se impuso el partido de los Jóvenes Checos. En Hungría, donde grandes terratenientes controlaban el poder, Kálmán Tisza logró paliar los problemas de los independientes radicales con una política de magiarización, tendente a la consolidación de las costumbres y de la identidad propia del sentir húngaro.