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Indice General | Enciclopedia de Historia

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En la Gran Bretaña, la invasión de anglos y sajones a mediados del siglo V tuvo como consecuencia que los britanos se refugiaran en Cornualles, Gales y Escocia o se sometieran al nuevo poder. Los anglosajones repartieron el territorio en siete pequeños reinos independientes que lucharon por establecer su hegemonía sobre el sur de la isla. Los reinos surgidos en occidente dieron una nueva fisonomía a Europa, pero, pese a ello, no desapareció de manera absoluta la tradición legada por Roma. En muchos casos, principalmente en los lugares más romanizados, se mantuvieron el orden y el derecho romanos, mezclados con aportaciones procedentes de las costumbres jurídicas de los pueblos germánicos. La religión, junto con las características específicas de cada uno de estos pueblos, fue el principal elemento de cohesión de los nuevos reinos del occidente europeo, y una de las causas de su distanciamiento respecto de los bizantinos, cuyo cristianismo presentaba características distintas. La iglesia se arrogó en occidente la supremacía universal cuando desapareció el poder del imperio; el papa fue reconocido como la autoridad máxima a la que debían someterse los poderes temporales. De este modo, la jerarquía eclesiástica de Roma se constituyó en el factor aglutinante de las monarquías occidentales. La progresiva conversión de los bárbaros al catolicismo, junto con la propagación de la orden benedictina, hicieron de la iglesia la institución más importante del período medieval.