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Si bien, en este caso, el cambio incidirá en la misma dirección. Esto es, ahora sus actitudes hacia dicho acto serán más severas de lo que fueron anteriormente. De esta forma, se puede autojustificar por haber hecho lo que ha hecho.
Este tipo de personas son las que defenderían a ultranza que "el fin nunca justifica los medios", y cuanto mayor hubiera sido la recompensa perdida, más veces habría que introducir la palabra nunca en la frase: "El fin nunca, nunca, justifica los medios." ¿De qué va a depender, pues, la magnitud de la disonancia experimentada en ambas situaciones? Pues, indudablemente, de la "recompensa".
Así, en el caso de la persona que cae en la tentación, su disonancia será mayor cuanto menor sea la "recompensa obtenida", pues tendrá la sensación de haberse vendido por nada. Por el contrario, si la "recompensa" es muy grande la disonancia es pequeña, pues se autojustificará diciendo más o menos que el premio era tan apetitoso que prácticamente nadie habría podido resistirse, a menos que no fuese una persona normal.
En el caso de la persona que resiste la tentación, su disonancia será mayor cuanto mayor sea la "recompensa" perdida, ya que ha tenido la oportunidad de conseguir "el oro y el moro", pero ha sido capaz de resistirlo. Sin embargo, si la "recompensa" es pequeña su disonancia también lo será, pues puede justificarse diciendo que lo que ha hecho es lo normal y que cualquier persona honrada hubiese hecho lo mismo sin ningún esfuerzo.
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