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Los sistemas estándar de diagnóstico, como la clasificación internacional de enfermedades en su décima revisión (CIE-10) o el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV), subdividen la esquizofrenia, de acuerdo con la predominancia de los síntomas, en los siguientes tipos: 1) Paranoide: tipo más frecuente de esquizofrenia; en su cuadro clínico predominan las ideas delirantes, a menudo paranoides, que suelen acompañarse de alucinaciones, en especial de tipo auditivo. 2) Hebefrénica: se trata de una forma de esquizofrenia en la que los trastornos afectivos son importantes, las ideas delirantes y las alucinaciones son transitorias y fragmentarias y es frecuente el comportamiento irresponsable e imprevisible y los manierismos; la afectividad es inadecuada y superficial y se acompaña, a menudo, de sonrisas insulsas o absortas; el pensamiento aparece desorganizado y el lenguaje es divagatorio e incoherente; hay tendencia a permanecer solitario y el comportamiento carece de propósito y resonancia afectiva. 3) Catatónica: la característica esencial es la presencia de trastornos psicomotores graves, desde la hipercinesia al estupor; son característicos el mantenimiento de posturas rígidas, la flexibilidad cérea (ver catatonía), la obediencia automática (ver automatismo) y el negativismo (v.). 4) Indiferenciada: se trata de un conjunto de trastornos que satisfacen las pautas generales para el diagnóstico de la esquizofrenia, pero no se ajusta a ninguno de los tipos o presenta rasgos de más de uno de ellos. 5) Residual: se trata de un estado crónico del curso de la enfermedad esquizofrénica en el que se ha producido una clara evolución hacia estadios finales, que se caracterizan por la presencia de síntomas «negativos» y de deterioro persistente, aunque no necesariamente irreversible.
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