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El 40% de la población masculina de 55 años, el 70% de 65 años y el 85% de 80 años padece hiperplasia prostática benigna. La prostatectomía es la segunda intervención más frecuente en un hospital, constituye el 38% de las intervenciones en urología y, en la actualidad, un varón de 80 años del hemisferio occidental sufre un riesgo de ser operado de próstata en un 25-30% de los casos. Su etiología es desconocida, aunque los andrógenos, los estrógenos, la interacción estroma-epitelio y los factores de crecimiento y neurotransmisores juegan un cierto papel en su desarrollo; pero se desconocen los mecanismos que inducen la transformación hiperplásica. El diagnóstico incluye polaquiuria, disuria, micción entrecortada y con carácter de urgencia; todos ellos constituyen un grupo de síntomas característicos del prostatismo. Además, aunque se ha supuesto que el crecimiento prostático produce una obstrucción del cuello de la vejiga, responsable de la sintomatología, no se ha podido demostrar una relación directa entre los síntomas mencionados y el grado de obstrucción. La situación clínica más extrema de la hiperplasia prostática benigna sucede cuando el paciente queda en retención completa y requiere el sondaje para el vaciamiento vesical. El cuadro de «prostatismo» no es exclusivo de la hiperplasia prostática benigna. El cáncer de próstata tiene una expresión clínica idéntica. Es imprescindible hacer un preciso diagnóstico diferencial. Se realiza mediante la determinación del antígeno prostáticoespecífico (PSA) sérico y el tacto rectal. Si el PSA sérico es menor de 4 ng/ml y el tacto rectal sugiere hiperplasia prostática benigna, el diagnóstico es de hiperplasia. Sin embargo, si el PSA supera 4 ng/ml o el tacto rectal es sospechoso, debe hacerse una biopsia de próstata, para dilucidar, con precisión, la naturaleza de la enfermedad.
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