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Existen diversas gradaciones de la gravedad de la hipertensión arterial, que, generalmente, atienden tanto a criterios de magnitud de las cifras de la presión arterial como al grado de afectación de los órganos diana. La hipertensión arterial puede ser consecuencia de otra enfermedad sistémica (hipertensión arterial secundaria), generalmente nefrológica o endocrinológica, o bien, no tener una causa orgánica aparente (hipertensión arterial esencial). La hipertensión arterial esencial es, con mucho, la más frecuente, y responsable de, al menos, el 90% de los casos de hipertensión arterial. En general, la hipertensión arterial es una enfermedad de alta prevalencia que, incluso con criterios conservadores, afecta al 20% de la población española de más de 30 años. Constituye uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de aterosclerosis y sus complicaciones, de insuficiencia cardiaca, de enfermedad cerebrovascular trombótica y hemorrágica e, incluso, es un buen indicador del riesgo de la mortalidad total a largo plazo. Sus manifestaciones clínicas se derivan, fundamentalmente, de sus complicaciones en forma de afectación visceral a los órganos diana (corazón, y grandes arterias, riñón, cerebro y retina) y sus complicaciones, bien directas (hemorragia cerebral, infarto capsular, necrosis arterial fibrinoide de los vasos cerebrales, renales o retinianos, rotura aórtica, sobrecarga ventricular izquierda e insuficiencia cardiaca), o bien indirectas, derivadas del desarrollo de aterosclerosis (cardiopatía isquémica, accidentes cerebrovasculares embólicos, etc.). El tratamiento de la hipertensión arterial esencial consiste en la aplicación de medidas higiénico (dietéticas, restricción de la ingesta de sodio, ejercicio físico moderado, pérdida de sobrepeso) y en la administración de fármacos antihipertensivos.
hipertensión arterial benigna
benign arterial hypertension
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