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Para los que siguen estas concepciones, lo fundamental del hombre es su animalidad, pues la inteligencia no es sino un epifenómeno. Cuando el hombre es estudiado, biológicamente, utilizando solo los métodos biológicos, lo que se aprecia del hombre y lo que se descubre en él es todo lo que corresponde a su corporalidad, a su dimensión animal. El componente espiritual se escapa a los métodos biológicos. Los médicos, con frecuencia, han caído en el biologismo, pues es más fácil llegar y explorar el cuerpo del paciente que su espíritu. Esto ha sido claro en el campo de la patología. Cuando en el siglo XIX avanzaron considerablemente los conocimientos anatomopatológicos, se llegó a la patología celular y tisular, en el enfermo solo se veía la lesión orgánica y todo el esfuerzo médico se dirigía a curar esa lesión. En el hombre solo se consideraba su cuerpo. Afortunadamente, como reacción frente a esta visión reduccionista del hombre, surgió, a comienzos del siglo XX, la «medicina de la persona» y la «medicina psicosomática». En estas dos especialidades se procuraba ver y tratar no solo el órgano lesionado, sino el hombre enfermo. Hay que puntualizar que no es fácil conocer y explicar la naturaleza del hombre, y prueba de ello, es que, desde la época griega hasta nuestros días, se ha escrito y discutido mucho y continúan divididos los antropólogos en los tres grupos que ya aparecen en el siglo V antes de Cristo: los monistas, dualistas, e integracionistas (ver mente-cerebro).
hombre rojo de Hallopeau
Hallopeau´s red man
Dermatología
Forma clínica de micosis fungoide, que se caracteriza por un intenso eritema generalizado.
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