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Entre los factores pronósticos destacan: estadio clínico, sexo, tiempo de duplicación linfocitaria (superior o inferior a doce meses), biopsia medular (patrón difuso frente a mixto o intersticial) y morfología del linfocito teniendo en cuenta el porcentaje de prolinfocitos. El examen de frotis de la sangre periférica junto a los marcadores inmunológicos son esenciales para establecer el diagnóstico de la LLC, así como reconocer las formas «atípicas» y excluir un linfoma leucemizado. En una minoría de casos (15%), el cuadro morfológico es atípico, bien porque se evidencia un incremento (> 10%) de células con rasgos de prolinfocitos y por ello es designado LLC con aumento de prolinfocitos o LLC/PL, o bien porque un porcentaje de células superior al 15% manifiestan rasgos linfoplasmocitoides. La transformación de la LLC en un linfoma de alto grado o síndrome de Richter acontece aproximadamente en el 5% de los pacientes que deben ser tratados como un linfoma de alto grado. El curso evolutivo de la LLC es altamente variable. Mientras que en algunos pacientes la enfermedad permanece estable durante décadas sin requerir tratamiento, en otros la enfermedad muestra progresión y requieren tratamiento. La terapia convencional de la LLC tiene su base en los agentes alquilantes: clorambucilo o ciclofosfamida con o sin prednisolona. La adición de agentes antraciclínicos en combinaciones como el CHOP parece que obtiene remisiones más estables. En la última década, la introducción de los análogos de las purinas, en especial la fludarabina, ha ofrecido nuevas perspectivas en la LLC, como posibilitar el rescate de pacientes refractarios a los tratamientos convencionales, posibilidad de ofrecer una terapia más erradicativa en pacientes jóvenes candidatos a autotrasplante de células precursoras de la sangre periférica y/o la médula ósea, o a un trasplante alogénico.
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