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Durante el período clásico, ya en el siglo V a.C., los escultores dominaron completamente la técnica. En escultura de bulto redondo sobresalieron Mirón, interesado por el movimiento, con su "Discóbolo"; Fidias, artista preocupado por la expresión ideal de la belleza y el equilibrio y autor del "friso de las Panateneas" del Partenón; y, por último, Policleto, que se distinguió por la búsqueda de la proporción armónica del cuerpo humano.
En el siglo IV, Praxíteles, Escopas y Lisipo contribuyeron con su humanización de la escultura a la transición del idealismo clásico al realismo helenístico. Posteriormente, en la escultura del período helenístico, aunque persistió un estilo clásico, que se puede ver en la "Venus de Milo", se prefirió una escultura menos idealizada, e incluso dramática, dotada de gran dinamismo, como ocurre con el célebre "Laocoonte".
El mundo romano, que había tenido sus precedentes artísticos en la cultura etrusca, caracteriza da por una escultura funeraria y fantástica, cuyos mejores ejemplos son el "sarcófago de Cerveteri" o la "Loba del Capitolio", mostró pronto una gran atracción por las formas artísticas de la cultura helénica.
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