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El cubrimiento del templo, de techumbre horizontal interna o arquitrabada, era al exterior de dos aguas, lo que originaba en la fachada un gran espacio triangular llamado frontón que solía recibir decoración escultórica. Entre éste y las columnas había un entablamento compuesto por arquitrabe, friso y cornisa, que descansaba sobre columnas terminadas en capiteles, cuyas formas variaban según los órdenes (dórico, jónico, corintio).
Según el número de columnas, siempre pares, existentes en su fachada principal, el templo podía ser tetrástilo, hexástilo, octástilo y decástilo (cuatro, seis, ocho o diez columnas respectivamente). Asimismo, según el tipo de columnas erigidas alrededor, podía denominarse períptero, si había una hilera de columnas exentas (aisladas); díptero, si había dos hileras exentas; y seudoperíptero, cuando había una exenta y otra adosada.
Los templos eran los edificios principales de los santuarios, centros de peregrinación levantados en lugares de gran relevancia histórica. Los santuarios tenían, además de un templo mayor y varios menores, una serie de edificios civiles, como palestra, gimnasio, tesoro y teatro.
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