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En Flandes sobresalió Petrus Paulus Rubens, con su gran dinamismo y exuberancia, sus figuras femeninas robustas y sensuales, sus composiciones turbulentas y su cálido colorido, heredado de Tiziano. La pintura holandesa, destinada a una clientela sobre todo burguesa, se centró en géneros como el retrato, con Frans Hals, las escenas de interior, que inmortalizó Jan Vermeer, y los paisajes, cuyo principal maestro fue Jacob Ruysdael. Junto a estos artistas brilló la personalidad de Rembrandt, maestro del aguafuerte y del óleo y gran retratista de grupos.
En España, el siglo XVII (llamado el Siglo de Oro) supuso la más alta cota alcanzada hasta entonces por la pintura. En la primera mitad predominó el estilo tenebrista (Francisco Ribalta, José de Ribera) frente a la ausencia casi total de la estética clasicista. Sin embargo, lo más sobresaliente fue la aparición de los grandes maestros barrocos: Francisco de Zurbarán, con sus bodegones y sus escenas de frailes; Diego Velázquez, cronista del reinado de Felipe IV; y Bartolomé Murillo, pintor delicado y amable, famoso por sus Inmaculadas y sus escenas infantiles.
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