Enciclopedia de Arte
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Arte Romántico - pág.6
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La escultura y pintura románicas no se planteaban la reproducción fiel de la naturaleza, sino que tendían a la generalización de los rasgos y a la abstracción, al enfatizar muchas veces una expresividad primaria y al desarrollar exageradamente ciertos rasgos "feístas" que daban realce a representaciones más sobrecogedoras, como las del infierno, el pecado y el mal.
La figura humana se representaba como arquetipo y no con rasgos individualizados. Existían convenciones en la plasmación del cuerpo, los ropajes y la escala de las figuras, siendo mayores las que poseían una jerarquía superior (las imágenes de Dios, la Virgen y los principales santos). Esta misma jerarquización se mantuvo también en la pintura.
La escultura estaba estrechamente ligada al marco arquitectónico. Así, aparecían figuras alargadas en las columnas, escenas repletas de personajes y divididas en registros en el tímpano, o figuritas sobre las arquivoltas y los capiteles. En los tímpanos o espacios semicirculares sobre las puertas de las iglesias se representaban las escenas preeminentes: el Todopoderoso (Pantocrátor) rodeado de los símbolos de los evangelistas (tetramorfos), o el Juicio Final. Entre los ejemplos más significativos, destacan los de Moissac y Vezelay, en Francia, así como los tímpanos de San Isidoro de León y las Platerías, en la catedral de Santiago de Compostela, obra del maestro Mateo, ambos en España. Además de las representaciones del Antiguo y Nuevo Testamento, proliferaron temas cotidianos o fábulas de animales, en los que se alcanzó un alto grado de fantasía e imaginación y que se desplegaron especialmente en los capiteles de los claustros, como el de Santo Domingo de Silos, en España.
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