Enciclopedia de Ciencia
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Alquimia - pág.3
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Nicolas Flamel, un notario parisiense que vivió en el siglo XIV, alcanzó tales riquezas que sus contemporáneos pensaron que había encontrado el procedimiento idóneo. Según la leyenda, Flamel soñó con un libro oculto en el que se revelaban los secretos del «Gran Arte». Se dedicó a su búsqueda y, tras encontrarlo, lo descifró con la ayuda de un erudito judío y consiguió llevar a término el «Gran Trabajo», la obtención de oro.
La creencia supersticiosa en la posibilidad de obtener el preciado metal hizo que en algunos casos los alquimistas lograran gran poder y, en otros, fueran perseguidos. Durante la segunda mitad del siglo XVI y a principios del XVII, Praga se convirtió en el principal centro para la práctica de la alquimia. Los emperadores Maximiliano II y Rodolfo II respaldaron la obra de algunos alquimistas. El segundo de ellos llegó incluso a conceder título de nobleza al alquimista alemán Michael Maier. Diversa suerte corrieron otras figuras dedicadas a esta disciplina, como el inglés Edward Kelly, que fue encarcelado por orden del propio Rodolfo II. En general, el cristianismo se consideró opuesto a las prácticas alquimistas a las que tachaba de paganas.
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