Enciclopedia de Comunicación
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Códices - pág.4
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En las ciudades universitarias nacieron gremios que acogían a todos los que intervenían en la fabricación de los libros, desde los copistas y encuadernadores hasta los comerciantes.
Si bien las técnicas que se empleaban en el siglo Xll no diferían de las antiguas, los nuevos artesanos del libro, ahora reunidos por gremios, rivalizaron entre sí en la excelencia de sus trabajos y formaron escuelas adscritas a alguna universidad o propias de algún país, que se distinguían por características propias. Las universidades, por su parte, no permitían que circularan copias de mala calidad, y en sus esfuerzos por proteger la pureza y exactitud de los textos obligaban a los stationarii, o comerciantes de libros, a poseer exemplaria o copias maestras autorizadas de las que no podían apartarse.
En esta época, y con anterioridad a la invención de la imprenta, los lectores podían proveerse de libros bien al comprárselos directamente a los stationarii o bien al encargárselos a un scriptor o copista. Estos últimos solían alquilar los cuadernillos a los libreros, según unos precios fijos determinados por las universidades. El sistema de cuadernillos permitía que varios copistas trabajaran en una misma obra a un tiempo.
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