Enciclopedia de Filosofía
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Ética - pág.4
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Platón siguió la ética socrática, que apoyó en su teoría de las ideas (trascendentes e inmutables): la verdadera virtud surge del verdadero saber; pero el verdadero saber es sólo el de las ideas. Para Aristóteles, la causa final de todas las acciones humanas era la felicidad (eudaimonía). En su ética, totalmente individualista, los fundamentos de la moralidad no se derivan de un principio metafísico, sino de lo más privativo del ser del hombre: razón (logos) y actuación (enérgeia) son los dos puntos de apoyo de la ética aristotélica, por tanto, sólo será feliz el hombre que obre continuamente de acuerdo con la virtud, adquirible por la educación.
La diversidad de los sistemas éticos que se han propuesto a lo largo de los siglos ha sido tan amplia como la diversidad de los ideales. Así, los cirenaicos defendían el deleite a ultranza, los cínicos recomendaban el rechazo de los bienes materiales, Epicuro asentó su doctrina en la búsqueda de un placer razonable, los estoicos recomendaron la resignación y el temple acerado del alma, el cristianismo enalteció la obediencia a las órdenes divinas, la caridad y la humildad, Leibniz se apoyó en la perfección, Jeremy Bentham sostuvo el principio de la mayor felicidad para el mayor número de individuos, Friedrich Nietzsche defendió la rebeldía y Arthur Schopenhauer hizo de la renuncia el pilar de su sistema ético.
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