Espejo

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Los espejos, que han ejercido una gran fascinación sobre los pueblos primitivos por su cualidad de reflejar imágenes, constituyen, además de una fuente de inspiración artística y decorativa, un utensilio de amplias aplicaciones técnicas e industriales, como las plantas de energía solar y los telescopios. Recibe el nombre de espejo aquella superficie de metal pulido o de cristal plateado en su cara posterior cuya misión es la de producir imágenes por reflexión, es decir, por la desviación que experimentan los rayos luminosos al incidir sobre la mencionada superficie. Los celtas y los romanos ya utilizaban espejos de mano. En la edad media se elaboraron los de cristal con parte posterior metálica. Algunas ciudades europeas alcanzaron renombre por la calidad de los espejos que en ellas se fabricaban. Tal fue el caso de Venecia, en Italia, y Nuremberg, en Alemania, durante el Renacimiento, y de Londres y París, a mediados del siglo XVII. La aplicación decorativa de los espejos adquirió creciente importancia con el transcurso del tiempo. Sus marcos constituyen un testimonio de los gustos y modas de cada época.