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Las regiones frías de Canadá y Alaska, las montañas Rocallosas y la gran llanura estadounidense son las zonas menos pobladas del subcontinente; las ciudades del sur y sudeste (Houston, Nueva Orleans, Atlanta, Miami) han acogido a un gran número de inmigrantes internos, al igual que sucede en la costa californiana.
En Latinoamérica se dan unas tasas de crecimiento vegetativo muy elevadas, como consecuencia de unos índices de natalidad muy altos y de unos índices de mortalidad relativamente bajos, próximos a los de los países desarrollados. En general, las densidades demográficas son bajas, debido a la existencia de grandes territorios casi deshabitados (selvas vírgenes, montañas, desiertos y estepas áridas); además, la población tiende a abandonar el campo y se concentra en grandes capitales y centros urbanos regionales que, en muchos casos, albergan a la mayor parte de los habitantes de los respectivos países. Este fenómeno de "macrocefalia" se da principalmente en la altiplanicie mexicana (ciudad de México, Puebla, Guadalajara, Monterrey), en Centroamérica (Guatemala, San Salvador, Tegucigalpa, Managua, San José de Costa Rica, Panamá), en la región costera de Venezuela (Caracas, Maracaibo), en varios conglomerados urbanos de Brasil (Recife, São Paulo, Río de Janeiro, Río Grande, Porto Alegre) y en el estuario del río de la Plata (Montevideo y Buenos Aires). Otros núcleos urbanos importantes son Tampico y Veracruz, en el golfo de México; la Habana, en la isla de Cuba; Medellín, Bogotá, Quito y Guayaquil, en la zona andina de Colombia y el Ecuador; Callao y Lima, en el Perú; La Paz, Sucre y Potosí, en el altiplano boliviano; Santiago, en Chile; y unas cuantas ciudades situadas en el interior de Sudamérica, como son Manaus y Brasilia, en Brasil, y Córdoba, Santa Fe y Rosario, en la Argentina.
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