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La segunda se debió a la necesidad de mano de obra, lo que produjo en un principio la llegada de personas procedentes del resto de Europa -italianos polacos, españoles y belgas-; después del segundo conflicto mundial, a los inmigrantes europeos se sumaron los originarios de las antiguas colonias: argelinos, marroquíes y tunecinos, principalmente. Los norafricanos no se asimilaron al modo de vida francés y han mantenido sus tradiciones. Llegó el momento, sobre todo a partir de 1974, en que las dificultades económicas hicieron que Francia cerrara sus fronteras a la entrada de mano de obra foránea.
A estos movimientos demográficos deben añadirse los de ámbito interno, desde las montañas a las llanuras, que han motivado la despoblación de algunas regiones, y otro más importante desde el campo a la ciudad. El éxodo rural ha producido un aumento muy fuerte de la población urbana hecho éste especialmente plasmado en la capital, París, donde en la segunda mitad del siglo XX casi la mitad de su población había nacido fuera de su área metropolitana. Otras ciudades importantes son Marsella, Lyon, Toulouse, Niza, Nantes, Estrasburgo, Burdeos, Lille, Saint-Étienne y Grenoble, que junto con París componen las zonas donde se agrupa la mayor parte de la población. Por el contrario, las zonas más despobladas son las montañas -Pirineos, Alpes y macizo Central-, las regiones con suelos pobres -Landas y Sologne-, y las áreas rurales aisladas, como el interior de la cuenca de Aquitania.
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