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Hidalgo consiguió reunir un ejército de campesinos desposeídos con el que se apoderó de la rica ciudad minera de Guanajuato. Las matanzas que se produjeron enajenaron al movimiento la simpatía de los sectores liberales criollos, pese a lo cual los hombres de Hidalgo, que sumaban ya ochenta mil, obtuvieron una sonada victoria contra las tropas realistas, bien armadas, pero muy inferiores en número, en el monte de las Cruces. Posteriormente, el general español Félix María Calleja, al frente de diez mil hombres, derrotó y persiguió a Hidalgo, que estableció un efímero gobierno en Guadalajara, el cual decretó la abolición de la esclavitud y la devolución de tierras a los indígenas. En julio de 1811, Hidalgo y varios de sus colaboradores fueron hechos prisioneros y pasados por las armas.
La sublevación fue mantenida viva durante varios años por otro sacerdote, el mestizo José María Morelos, que se reveló como un excelente estratega. Llevó a cabo su lucha en el sur del territorio, del que llegó a dominar buena parte, y convocó un congreso en Chilpancingo, que declaró en noviembre de 1813 la independencia y promulgó una constitución. Morelos, presionado por las tropas realistas, intentó retirarse hacia el norte del país, pero en noviembre de 1815 fue hecho prisionero en Texmalaca. Su ejecución, un mes después, señaló el comienzo de un período de relativa estabilidad en el virreinato, en el que sólo algunas guerrillas aisladas perturbaron el dominio español.
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