ABDERRAMÁN III

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EI fundador del califato omeya de Córdoba fue un gobernante sabio y tolerante, así como un hábil estratega que consiguió someter a su poder a toda la España musulmana y que supo contener a los reinos cristianos en su avance hacia el sur de la península. Durante su reinado, la capital del califato se convirtió en una de las ciudades más grandes y esplendorosas del mundo medieval. Abderramán lll nació en el año 891. Cuando sucedió a su abuelo Abdalá en el cargo de emir de Córdoba, en el 912, recibió un reino desmembrado, muchas de cuyas provincias eran casi independientes. El emirato se hallaba amenazado, además, por los cada vez más poderosos reinos cristianos, especialmente el de León, y por el expansionismo del califato fatimí egipcio. Inauguró Abderramán lll su reinado con un golpe de audacia: exigió la sumisión absoluta de todos sus súbditos ofreciendo el perdón a quienes acataran su soberanía y amenazando con los castigos más despiadados a los rebeldes. En pocos años se hizo con el dominio de casi todo el territorio del emirato andaluz, aunque en algunas provincias subsistieron focos de resistencia, como el encabezado por Omar ibn Hafsún en Granada y Jaén. En el 917 murió Ibn Hafsún, pero su fortaleza de Bobastro se mantuvo independiente hasta el 928. Al año siguiente, Abderramán III se proclamó califa, título que aunaba la autoridad política y la religiosa, y en el 933, la conquista de Toledo supuso la consolidación del poder cordobés.