CRUZADAS - pág.12

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Damieta cayó en noviembre de 1219, pero los retrasos del emperador estancaron los progresos cruzados. En julio de 1221, el cardenal ordenó una infructuosa ofensiva contra El Cairo, tras la cual se vio obligado a entablar una tregua de ocho años. Fue ésta la última cruzada a la que el papado envió tropas propias. Sexta cruzada El emperador Federico II emprendió la sexta cruzada en 1227, aunque no pudo unirse a ella hasta el año siguiente. Federico se proponía reclamar sus derechos sobre Chipre y Jerusalén-Acre. Después de la partida de su flota, Federico recibió una embajada de paz del sultán de Egipto, pero el papa Gregorio IX lo excomulgó a causa de su demora en unirse a la lucha. Por fin zarpó el emperador alemán en el verano de 1228; tanto en Chipre como en Acre, sus pretensiones se vieron desairadas, sobre todo a raíz de su excomunión. Apoyado sólo por los caballeros teutónicos y por sus exiguas tropas, Federico consiguió, sin embargo, sellar un ventajoso trato con los egipcios en 1229. El reino de Jerusalén recibía la ciudad santa, Belén y un corredor que lo unía al mar, y se pactaba una tregua de diez años. Federico se coronó rey de Jerusalén y, tras regresar a Europa, se reconcilió con el papa en 1230. Séptima cruzada