DORADO, EL

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Desde los tiempos más remotos, el hombre ha forjado leyendas marcadas por el signo del oro. Durante el siglo XVI, la creencia de que en el recién descubierto Nuevo Mundo se encontraba el fabuloso país de El Dorado encendió los deseos de riqueza y poder de numerosos conquistadores, que emprendieron largas y costosas expediciones para encontrarlo. Su sueño nunca se haría realidad, pero gracias a él fue posible la exploración y conquista de gran parte del continente americano. Los primeros relatos sobre El Dorado (el hombre de oro) llegaron a oídos de los conquistadores españoles con anterioridad a 1530. El Dorado era el mítico soberano de una ciudad india en las cercanías de Bogotá que, según la leyenda, embadurnaba su cuerpo desnudo con oro en polvo, para luego bañarse en el lago de Guatavitá, donde sus súbditos arrojaban toda clase de tesoros como ofrenda al dios sol. Las joyas obtenidas en México por Hernán Cortés (1521) y en el Perú por Francisco Pizarro (1533) alentaron la ilusión sobre la existencia de aquel reino legendario, que algunos identificaban como una ciudad llamada Omagua, en las regiones montañosas de Bogotá. Hacia allí partió Sebastián de Belalcázar desde Quito en 1536, seguido en 1537 por el explorador alemán Nicolás Federmann. Ese mismo año, Gonzalo Jiménez de Quesada llegó al reino de los chibchas, donde los indios le indicaron el camino del lago de Guatavitá.