ESCITAS

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Entre los pueblos nómadas de origen indoeuropeo que emigraron hacia occidente en la antigüedad, las tribus escitas, belicosas y adoradoras del dios de la guerra, absorbieron, no obstante, aspectos notables de las culturas con las que trabaron contacto en sus desplazamientos, tales como la persa o la griega. Los escitas fueron un pueblo iránico establecido en las regiones ubicadas al norte del mar Negro, caracterizado por el régimen nómada de sus integrantes y, en consecuencia, disperso a lo largo de su historia en diferentes áreas geográficas. Así, por ejemplo, en el siglo VII a.C., tribus escitas y asirias realizaron una incursión hacia el sur alcanzando el territorio egipcio. Asimismo, los restos de su cultura denotaron importantes influencias de la civilización griega. Primitivos y, por consiguiente, de arraigadas supersticiones religiosas, rendían culto a numerosas divinidades, entre las que destacaba Tabiti, diosa del fuego y los animales. Aunque referencias históricas como las ofrecidas por Herodoto consideraban a los escitas un pueblo bárbaro de costumbres primitivas -cuando el jefe de una tribu moría, se ejecutaba sobre su tumba a las esposas, los sirvientes y los caballos del fallecido-, los restos arqueológicos de su civilización dan testimonio de un notable desarrollo artístico. Uno de los principales asentamientos escitas fue Neápolis, en la península de Crimea, en la que se hallaron numerosos testimonios de la pericia arquitectónica y artesanal de sus habitantes.