TULA

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La ciudad de Tula, cuyos vestigios monumentales ofrecen un pálido reflejo de su pasado esplendor, constituyó durante tres siglos el núcleo político y religioso del imperio tolteca. El centro arqueológico de Tula, identificado por la gran mayoría de los estudiosos con la antigua capital tolteca, se encuentra en las cercanías de la localidad de Tula de Allende, estado de Hidalgo, a unos ochenta kilómetros al norte de la ciudad de México. Tula, cuyo nombre náhuatl Tollan significaba literalmente tular o cañaveral y en sentido figurado ciudad civilizada y populosa, fue fundada a principios del siglo X de la era cristiana por el legendario caudillo tolteca Topiltzin, que instauró la religión pacífica del dios Quetzalcóatl. De acuerdo con la tradición, Topiltzin y sus seguidores fueron expulsados en el año 987 y se impuso el culto a Tezcatlipoca, que exigía sacrificios humanos. Sede de un estado teocrático y militarista, Tula llegó a contar con decenas de millares de habitantes, cayó en total decadencia hacia el 1160 y, tras las posteriores invasiones chichimecas, sobrevivió como una población de escasa importancia. Los principales restos arqueológicos de Tula se encuentran en una plaza ceremonial dispuesta sobre una planicie elevada, alrededor de la cual se extendía el resto de la ciudad. El edificio más notable, situado en un extremo de la plaza, es el templo de Tlahuizcalpantecuhtli, la estrella matutina que simbolizaba a Quetzalcóatl, formado por una pirámide escalonada de cinco pisos con 38 m de lado en la base, casi cuadrada, y unos 10 de altura.