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Éstos, a su vez, se descomponen en unidades más pequeñas que les dan forma externa, a las que se les da el nombre de fonemas. Así, por ejemplo, las unidades menores que forman la palabra "casa" son los fonemas /c/, /a/, /s/ y /a/. La doble articulación se realiza, pues, en el plano del contenido, mediante la combinación de morfemas, y en el plano de la expresión, mediante la sucesión de fonemas que integran un signo. Los signos lingüísticos muestran de esa manera dos caras: la de la expresión y la del contenido. Poseen, además, un carácter discreto, es decir, su significado no se gradúa -al contrario de lo que ocurre, por ejemplo, en la representación de los ríos en los atlas geográficos, donde el grosor de la línea azul indica el mayor o menor cauce-. Otro rasgo distintivo de los signos lingüísticos es su carácter lineal, lo que alude al hecho de que se configuran en la sucesión del tiempo; en toda palabra, cada uno de los fonemas ha de ser pronunciado en un orden sucesivo, pues, de lo contrario, constituye otra forma que puede o no tener significado (así, por ejemplo, de "prado" podrían salir "pardo", "podar" o "proda").
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