Caballería

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En agosto del año 216 a.C., el ejército romano que mandaba el cónsul Cayo Terencio Varrón sucumbió en Cannas, Italia, ante Aníbal, el genial estratega cartaginés que desafiaba el poder de Roma. El éxito táctico de los cartaginenses se debió al empleo de las dos alas de la caballería, que ejecutaron una maniobra de doble envolvimiento. Transcurridos veinte siglos, en diciembre de 1757, el ejército prusiano de Federico el Grande consiguió en Leuthen una gran victoria sobre un ejército aliado cuyo núcleo formaban los austriacos; la caballería prusiana, capaz de avanzar dos mil metros entre dos descargas sucesivas de fusilería, maniobró y desbordó a las tropas austriacas derrotándolas de forma tal que el propio Napoleón Bonaparte manifestaría su admiración por esta batalla. Así, a todo lo largo de la historia de los enfrentamientos bélicos, la caballería ha desempeñado un papel decisivo por su velocidad y su capacidad de maniobra. Tradicionalmente, el nombre de caballería fue aplicado al cuerpo militar integrado por soldados montados a caballo y por el material de guerra que utilizaban. La evolución del armamento, los vehículos y las técnicas del combate ha hecho desaparecer la figura del soldado a caballo, que ha sido sustituido por el que se desplaza en carros de reconocimiento, carros de combate y vehículos especiales acorazados, que asumen los cometidos del arma de caballería.