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En el siglo XIV comenzaron a resultar eficaces las armas de fuego, y, con ellas, la supremacía del caballero armado y los castillos inició su declive. Así, en la batalla de Crécy (1346), primer gran enfrentamiento de la guerra de los cien años entre Felipe VI de Francia y Eduardo III de Inglaterra, los británicos emplearon ya precarios cañones, aunque en aquella ocasión el mérito correspondió a la destreza de sus arqueros.
Ya en el siglo XV, surgió en Suiza una falange armada en sus tres quintos con alabardas, un quinto con lanzas y otra quinta parte con ballestas, que posteriormente serían sustituidas por bocas de fuego. La falange suiza, primera unidad regular dotada de armas de fuego, sabía atacar con celeridad y disciplina y en caso necesario se defendía según la táctica denominada en erizo, en todas las direcciones.
Los ingleses y suizos, a su vez, también serían vencidos en los campos de batalla al generalizarse el uso de las armas de fuego. En 1450, el ejército de Carlos VII de Francia, que contaba con culebrinas y otras piezas medievales, batió en fuego de enfilada -con disparos directos desde el flanco del objetivo- a los arqueros desplegados en la batalla de Formigny.
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