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Figura compleja y enigmática, que transmitía a los hombres los secretos de la vida y la muerte, el dios más venerado en el panteón griego, después de Zeus, el padre de los cielos, fue Apolo.
Los santuarios dedicados a esta divinidad, que se duda si era de origen oriental o indoeuropeo, se extendían por todo el mundo helénico, y a él estaba consagrado el templo profético de Delfos, el de mayor importancia en Grecia y que ya se mencionaba en la llíada. En este santuario, centro del culto "apolíneo", la Pitia, o pitonisa, aspiraba los vapores que surgían de una hendidura de la tierra y, sumida en éxtasis, pronunciaba el oráculo bajo la influencia del dios.
Apolo y su hermana gemela Artemisa eran hijos de Zeus y de Leto, perteneciente a la estirpe de los titanes. Según la leyenda, nacieron en la isla de Delos, otro de los lugares importantes de su culto, en donde su madre se había refugiado, perseguida por los implacables celos de Hera, la esposa de Zeus. Cuando contaba un año de edad, Apolo, armado de arco y flechas, acosó a la serpiente Pitón, enemiga también de su madre, hasta el sagrado lugar de Delfos, y allí le dio muerte.
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