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Indice General | Enciclopedia de Música y danza

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Éstas se mantuvieron en el ballet romántico, iniciado en Francia por la familia Taglioni con La sílfide (1832), que desarrolló los elementos del decorado para crear una atmósfera melancólica. Obra maestra del nuevo estilo fue Giselle (1841), con música de Adolphe Adam y coreografía de Jean Coralli. Una peculiar reinterpretación del ballet romántico fue desarrollada en Rusia por los coreógrafos Marius Petipa, francés afincado en dicho país, y Liev Ivánov; sobre música de Chaikovski, crearon en la década de 1890 obras como La bella durmiente del bosque, Cascanueces y El lago de los cisnes. En Italia, el gran coreógrafo romántico fue el milanés Carlo Blasis. A principios del siglo XX llegó a Europa Isadora Duncan, primera figura importante del ballet estadounidense, que realizaba improvisaciones sobre composiciones clásicas. Su técnica influyó decisivamente en la creación del ballet moderno, iniciado por el coreógrafo Mijaíl Fokine y el empresario Serguéi Diaghilev, que en 1909 presentaron en París los Ballets Rusos. Su pretensión era la de aunar la danza, la música y las artes plásticas y así, sobre composiciones de autores clásicos y modernos y decorados de Picasso y Braque, entre otros, presentaron con gran éxito Las sílfides, Carnaval Scherezade, El pájaro de fuego y El príncipe Igor. En esta compañía se formaron grandes creadores como Serge Lifar, Leónide Massine -responsable de la adaptación de El sombrero de tres picos con música del español Manuel de Falla- y, sobre todos, el coreógrafo y bailarín Váslav Nijinsky, cuya técnica supuso una ruptura con el academicismo, llegando a provocar auténticos escándalos con sus interpretaciones de La siesta del fauno del francés Claude Debussy y La consagración de la primavera del ruso Igor Stravinski.