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Comercialmente, el ácido sulfúrico se prepara en disoluciones cuya riqueza se expresa en forma de porcentaje. Existen varias disoluciones: las más habituales son las de 78, 93 y 99% de riqueza.
El ácido sulfúrico es muy corrosivo y deseca la materia orgánica, carbonizándola. En su reacción con agua produce gran cantidad de calor. En estado puro, al calentarse, se descompone y su riqueza disminuye hasta el 98,3%. En estas condiciones hierve a 338 °C. Su temperatura de congelación es de 10,37 °C.
Este ácido constituye el eslabón inicial en la cadena de elaboración de múltiples productos químicos. Se originan a partir de él el sulfato amónico, utilizado en la elaboración de fertilizantes, y los diferentes sulfatos y sulfonatos empleados para fabricar detergentes. Muchos fármacos contienen, además, sales obtenidas por medio del ácido sulfúrico. Es usado también para la preparación de pigmentos y colorantes, en la purificación de aceites y grasas y, en la industria metalúrgica, para eliminar las capas de óxido formadas sobre el acero.
Los sulfatos, sales del ácido sulfúrico, se hallan presentes en la naturaleza y forman parte de minerales, tales como el yeso, que es, en su mayor parte, sulfato cálcico hidratado.
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