Enciclopedia de Reliqión
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San Agustín - pág.4
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Esta concepción, sin embargo, planteaba un problema, ya que san Agustín afirmaba que el hombre únicamente puede salvarse, e incluso sentir deseos de salvación, si Dios le concede su gracia. A la ciudad de Dios, pues, sólo accederán los elegidos: tal era la doctrina de la predestinación, la cual nunca fue plenamente aceptada por la iglesia cristiana, pues parecía restar valor al esfuerzo moral y a la libertad de elección, pero que reapareció bajo diversas formas en numerosos teólogos.
En realidad, La ciudad de Dios debe entenderse en función de las circunstancias históricas en que fue escrita. El Imperio Romano se hallaba en descomposición ante las invasiones bárbaras y el orden había sido sustituido por el caos. Con sus afirmaciones, Agustín pretendía volver los ojos de los hombres desde la confusión terrenal hacia el orden divino, único en que el bien puede manifestarse plenamente. El final de su vida fue de hecho un exponente de aquellos difíciles tiempos: los vándalos sitiaron Hipona, y, tras varios meses de asedio, san Agustín falleció el 28 de agosto del 430. Figura intemporal, su apelación a buscar en el interior humano la huella de Dios y de las verdades eternas ha constituido a lo largo de los siglos una fuente de inspiración espiritual para hombres de todas las creencias.
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