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Desde el momento en que, dando un paso más, se alcanza la concepción de espíritus independientes que pueden encarnarse en los más diversos objetos, aparece el fetichismo y, tras él, el culto a la naturaleza, es decir, a ríos, árboles, fenómenos atmosféricos... Cuando se llega a venerar un solo dios de los ríos, otro de los árboles, etc., se alcanza la etapa politeísta, propia de los pueblos "semicivilizados", en la cual se rinde culto a personificaciones de las fuerzas de la naturaleza, de las cuales depende la prosperidad e incluso la supervivencia del grupo.
La transición, por último, al monoteísmo puede producirse de varios modos, el más simple de los cuales es atribuir la supremacía a uno de los dioses, ante el cual los demás acaban palideciendo.
Críticas y vigencia de la teoría
Debido a su claridad, a su sugestibilidad y a su gran simplicidad evolutiva, la influencia de la obra de Tylor ha sido muy grande. Los estudios posteriores han socavado, sin embargo, casi todas sus tesis. En primer lugar, no puede hoy afirmarse que todas las religiones se hayan constituido siguiendo la pauta que Tylor propone. Más aún, existen comunidades arcaicas en las que se da la creencia en un ser supremo sin que hayan pasado antes por la fase del animismo.
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