Anticristo

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La concepción del mundo como una lucha perpetua entre el bien y mal, cuyo fin sólo llegará con el propio fin de los tiempos, se remonta a las más antiguas cosmogonías, y tuvo su principal expresión en el judaísmo y el cristianismo con la imagen del Anticristo. Anticristo significa "contrario a Cristo", o también el que toma el lugar de Cristo. Aunque el término no aparece como tal en el Antiguo Testamento, sí se halla en él latente la idea de un poder del mal que se enfrenta a la obra de Dios. La figura del Anticristo se recoge en varios lugares del Nuevo Testamento, pero su nombre aparece por primera vez en las epístolas de san Juan, quien sin duda recoge una tradición muy arraigada en los cristianos de su época. Tanto el evangelista como san Pablo, en Tesalonicenses, coinciden en entender al Anticristo en dos sentidos: como un ser personal que aparecerá al final de los tiempos, y como sucesivas personificaciones históricas del espíritu del mundo, opuesto a los planes divinos. Los anticristos son los "engañadores", falsos maestros y profetas. En cualquier caso y consideradas aquellas características, resulta evidente la relación, si no la identificación, del Anticristo con el demonio, es decir, con el espíritu del mal.