Cristianismo - pág.8

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El papado poseía independencia respecto a los poderes temporales e imponía a éstos su jurisdicción espiritual. En el terreno religioso, las diferentes escuelas estimularon los estudios teológicos, y las órdenes de Cluny -difusora del arte románico- y del Císter impusieron austeras reformas monásticas. El siglo Xlll constituiría el apogeo de la cristiandad. En él se fundaron las universidades, se erigieron las grandes catedrales góticas y la teología alcanzó su máximo esplendor gracias a las grandes sumas teológicas, como la del dominico santo Tomás de Aquino o el franciscano Juan Duns Escoto. Sin embargo, la connivencia entre los dos grandes poderes, iglesia y estado, generó numerosos movimientos de revuelta que tenían un carácter tanto teológico como social, pues propugnaban la vuelta a la austeridad eclesiástica y el retorno a la pureza de la iglesia primitiva. Entre tales movimientos cabe citar, a fines del siglo Xll, la herejía valdense y la de los cátaros o albigenses. Estos últimos se asentaron en el sur de Francia y fueron exterminados en la primera mitad del siglo Xlll tras una "cruzada" llevada a cabo militarmente por la nobleza del norte de Francia, que se hacía así además con el poder sobre todo el territorio galo.