Cristianismo - pág.15

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Y en otra ocasión afirmó: "Pues pagad lo del César al César, y lo de Dios a Dios" (Mateo 22:21). Sin embargo, el cambio interior predicado por el cristianismo, las reglas de conducta que se desprenden de las bienaventuranzas, el amor a todos los hombres, sea cual fuere su condición y situación, señalarían un nuevo orden social que había de originar una radical transformación respecto al imperante en el mundo romano y configurar una doctrina que ha mantenido sus elementos esenciales a lo largo de los siglos. El cristiano vive en el mundo, pero no "para" el mundo. Jesús, en su "oración sacerdotal", inmediatamente antes de la Pasión, invoca al Padre en estos términos, refiriéndose a los discípulos: "No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno" (Juan 17:15). Esta condición, esta doble ciudadanía del cristiano, es subrayada por san Pablo; no se trata de un rechazo o aislamiento del cristiano respecto al mundo, sino de entender éste como un lugar de paso y salvación, en una permanente tensión dinámica originada por la esencia misma del mundo, a la vez obra de Dios y lugar del pecado. Cristo, Dios y hombre, constituye el centro de la salvación de la humanidad.