Santo Domingo de Guzmán

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Fue santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores -o dominicos-, uno de los primeros en comprender que la proliferación de movimientos heréticos medievales sólo podría atajarse mediante una profunda reforma de las instituciones eclesiásticas. Domingo de Guzmán nació en la localidad castellana de Caleruega, España, hacia el año 1170. Hijo de una familia noble, estudió en Palencia y, cuando contaba unos 25 años de edad, abrazó la vida religiosa como canónigo regular de la catedral de Burgo de Osma. Pocos años después fue nombrado superior del cabildo. El obispo de aquella sede, Diego de Acevedo, enviado en una misión real al extranjero el año 1203, llevó consigo a Domingo, lo que dio ocasión a éste de trabar conocimiento directo con la herejía de los albigenses, o cátaros, protegidos por la nobleza del sur de Francia. Los albigenses sostenían una doctrina dualista que consideraba todo lo relacionado con el cuerpo como maléfico y, por tanto, propugnaban una extrema austeridad. Ante los fracasos de la misión enviada por el papa Inocencio III a predicar contra la herejía, santo Domingo sugirió a los legados pontificios que la única forma de convencer a los albigenses consistiría en que los predicadores ofrecieran una imagen de espiritualidad y de renuncia a los bienes materiales.