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Una segunda convención, exclusivamente reservada a mujeres, se reunió en Seneca Falls y en Rochester, en el estado de Nueva York, en 1848. Sus principales animadoras, Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott, presentaron entonces un proyecto de enmienda constitucional que, de haber sido aprobado por el Congreso, hubiera supuesto la equiparación jurídica de hombres y mujeres. Como sucedió en Francia y en el resto de los países, las estadounidenses debieron esperar al siglo siguiente para poder ejercer su derecho al voto.
En 1869 funcionaban en el país dos asociaciones feministas, la Asociación Nacional del Sufragio Femenino, dirigida por Harriet Stanton y Susan B. Anthony, y la Asociación Estadounidense del Sufragio Femenino, liderada por Lucy Stone, que continuaron la lucha, a veces violentamente, hasta 1920, año en el que las mujeres de los Estados Unidos alcanzaron su derecho al voto.
En el Reino Unido, Mary Wollstonecraft publicó en 1792 A Vindication of the Rights of Women (Reivindicación de los derechos de las mujeres), obra en la que exigía para la mujer las mismas oportunidades de que gozaban los hombres en la educación, el trabajo y la vida política. No obstante, fue sólo a mediados del siglo XIX, gracias a la acción común de Barbara Leigh Smith y el filósofo y economista John Stuart Mill, cuando se creó un comité del sufragio femenino.
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