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El gran juego - pág.186
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Porque seducir es la estrategia de la ilusión, la máscara de la eficacia. Seducir es poder ocultar nuestras inseguridades y enfrentarnos al reto de una nueva jornada. Seducir es presentarse con una sonrisa al trabajo y dar los buenos días al jefe. Porque seducir nos mantiene firmes en el sistema que nos seduce. A él llegamos gracias a la seducción. Cuando nos enfrentamos a un examen o a una entrevista de trabajo, estamos seduciendo al contrario. La seducción es la comunicación eficaz entre el mundo y nosotros. Nuestra identidad frente a él depende directamente de nuestras dotes seductoras. Porque la seducción es un juego que ha ido inventando sus reglas desde el nacimiento del hombre como ser social, como ser dependiente. Y la seducción se ha convertido en una necesidad.
Seducir es morir como realidad y producirse como ilusión. La estrategia de la seducción es la de la ilusión. Necesitamos la ilusión de ser lo que no somos ante los demás, de presentarnos en la circunstancia con la forma apropiada que se espera, de recrear mil conceptos ajenos en nuestra propia integridad, de exteriorizar lo que nuestro interior ha aprendido para subsistir. Pero, ¿dónde está el origen de esta necesidad?
La inseguridad mueve la mayor parte de nuestros actos seductores. Pero necesitamos seducir en el mismo grado que ser seducidos. Nos sentimos integrados seduciendo y admitiendo recíprocamente todo el bombardeo de seducción que llena nuestra vida.
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