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Fíjese en las señales corporales como vacilación, parpadeo, tensión y otras. Si eso ocurre, retroceda. A veces, el dueño dará un paso atrás o se sentirá acorralado. Retírese de forma suave y sonriente, no debe tampoco dejarle en mal lugar por el mal trago pasado.
Pero si su estrategia se basa en una enérgica demostración de fuerza, entre en el territorio ocupado con una exhibición de poder tan grande que sofoque cualquier atisbo de resistencia. Recuerde que si empieza un acto de agresión debe terminarlo. Nunca, repito, nunca lance una ofensiva y luego retroceda. Si está atacando, lo hará hasta el final y con voluntad de vencer (recuerde el primer capítulo). De lo contrario, es mejor no iniciar el ataque. No comience batallas que no puede vencer.
Aceche su presa como un león, con lentitud y seguridad. Los débiles se encogen cuando usted se sienta en la esquina de su mesa. No les gustará, pero usted está dominando. Puede invadir mas aún pasándole la mano por el hombro, acercándose a distancias íntimas (menos de 30 cm.) o sentándose en su propia silla. Generalmente cederán y se someterán a su ataque, reaccionarán con cierto desconcierto, pero aceptarán su control. Todas estas acciones debe realizarlas con firmeza y sin dudar. Un consejo: no use la agresión territorial por alimentar su ego, le odiarán y despreciarán, sentimientos que no convienen a un manipulador experto como usted. Debe ser temido, pero no odiado.
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