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El gran juego - pág.325
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La primera es propia del hombre y la segunda de las bestias. Como hay veces que con la primera no basta, conviene usar la segunda.
El que llega al principado con ayuda de los poderosos, se mantiene con mas dificultad que le que llega con la ayuda del pueblo.
Aquellos que sólo gracias a su fortuna pasan de personas comunes a Príncipes; con poca fatiga lo hacen, pero con mucha se mantienen.
El destino de los pueblos es mas honrado que el de los poderosos. Los poderosos quieren reprimir y los gentiles no ser oprimidos.
Al Príncipe le es necesario tener al pueblo de su lado. En caso contrario, no encontrará remedio en la adversidad.
No hay otro medio de defenderse de las adulaciones que hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decírtela te falta el respeto. Por tanto, un Príncipe prudente debe procurarse un tercer procedimiento, eligiendo en su Estado hombres sensatos y otorgando solamente a ellos la libertad de decirle la verdad, y únicamente en aquellas cosas de las que les pregunta y no de ninguna otra.
Conviene que los buenos consejos nazcan de la prudencia y no la prudencia de los buenos consejos que se le den al Príncipe.
Un Príncipe que tenga un Estado fuerte y no se haga odiar por su pueblo, no puede ser atacado.
No puede ni debe un señor prudente guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en contra suya y han desaparecido los motivos que determinaron su promesa.
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