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Asegúrese en especial de privarlo de: el descanso, la tranquilidad, el anonimato. Una persona cansada, intranquila e insegura es una persona débil y propensa a capitular.
Como la destrucción de un enemigo suele ser una tarea arduo costosa, y poco frecuente, el objetivo primordial perseguido será en todos los casos su capitulación, su rendición.
Esta incluirá: que el enemigo se disculpe por una ofensa cometida, le retribuya por un daño cometido, o acceda alguna demanda que considere justa. Una vez conseguida la capitulación, consiguió instalar en el enemigo un sano temor hacia usted. Sorpréndalo nuevamente y entréguele obsequios en su humillación. Gánese su amor, ya ganado su temor, y tendrá un aliado de por vida, o al menos una frontera segura. Recuerde que según Nicolás Maquiavelo la situación ideal de un príncipe es la de ser "amado y temido a un tiempo" y sólo se debe prescindir de lo primero cuando no es posible la obtención de ambas cosas. Además, siendo amable con el enemigo en el momento de su derrota, grabará en su mente la sensación de ser una persona imprevisible, con lo cual su temor aumentará.
Las personas tienen tres temores: lo desconocido, lo imprevisible, y lo irreversible... El resto de los temores deriva de estos, por tanto si le consideran un ser misterioso, imprevisible y capaz de golpear de manera irreversible, le temerán como al mismísimo diablo. Cree y mantenga esa fama y su mismo prestigio no sólo le evitará problemas sino que le traerá soluciones.
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