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Por el contrario, las colonias del sur, más vinculadas a las concesiones territoriales de la corona británica, menos pobladas, escasamente industrializadas y dotadas de un régimen productivo típicamente colonial y esclavista, desarrollaron una sociedad de carácter aristocrático. Sin embargo, las colonias no conocieron una nobleza de estilo europeo, y su forma de gobierno, aunque dependiente en gran medida de la metrópoli, incluía en cada colonia una cámara legislativa elegida entre los propietarios, que fue el embrión de la democracia estadounidense.
La guerra de la independencia. Al acabar la guerra de los siete años, las colonias se vieron libres de la presión francesa. Sin embargo, desde 1765 se sucedieron una serie de disposiciones dictadas por el gobierno de la metrópoli que coartaban grandemente la libertad de comercio, impedían la apertura de fábricas y establecían nuevos impuestos. En 1773 se produjo en Boston el motín del té, que dio comienzo a una serie de disturbios y movimientos independentistas que culminaron en el primer congreso continental de Filadelfia, reunido al año siguiente, en el que los delegados de las trece colonias (Massachusetts, Rhode Island, Connecticut, Nueva Hampshire, Nueva Jersey, Nueva York, Pennsylvania, Delaware, Virginia, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia) redactaron una declaración de derechos y exigieron la restauración de la situación anterior.
En abril de 1775 se inició formalmente la guerra, en la que los colonos tuvieron que enfrentarse a un ejército británico inicialmente más numeroso y mejor armado y organizado.
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