MUDÉJARES

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Cuando, en los últimos siglos de la edad media, los reinos cristianos de la península ibérica ampliaron sus fronteras a costa de la España musulmana, muchos de los habitantes de los territorios reconquistados siguieron viviendo en ellos, practicando sus costumbres tradicionales y su religión islámica. Los mudéjares, como fueron denominados, dejaron su impronta en un estilo artístico original, de gusto orientalizante. La entrada de los mudéjares en la historia dio comienzo probablemente con la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085. El rey castellano, conocedor de la gran habilidad de los artesanos musulmanes de la ciudad, les ofreció condiciones muy favorables para quedarse en ella. En el siglo XII los habitantes del valle del Ebro también permanecieron mayoritariamente en sus emplazamientos de origen, a pesar de la reconquista cristiana, así como lo hicieron más tarde los del bajo Aragón, Valencia, Murcia y el valle del Guadalquivir. De forma parecida a los judíos, los mudéjares de la ciudades vivían en barrios propios donde elegían sus autoridades, que administraban justicia según sus leyes y costumbres tradicionales. En los campos, los mudéjares permanecieron como inquilinos de los señores feudales, a los que la monarquía concedió los territorios conquistados, y constituían la base económica del país, al ser una clase social productiva, laboriosa y conocedora de las artes del regadío.