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Desde el momento en que la transición al neolítico hizo aparecer los primeros núcleos urbanos, las ciudades desempeñaron un papel esencial en el impulso de la civilización.
En una primera aproximación puede decirse que una ciudad es un centro, relativamente permanente y muy organizado, que cuenta con una gran población. Con criterio más descriptivo hay que añadir que es una concentración integrada por un conjunto de edificios, separados, y a la vez comunicados, por calles, parques y plazas y cuyos habitantes se dedican a diversas actividades económicas, salvo la agricultura y la ganadería, por lo cual debe abastecerse del exterior.
Se diferencia de otros núcleos, como pueden ser los pueblos o las villas, por su mayor número de pobladores y por la complejidad de las actividades que en ella se realizan. También son diferentes los movimientos diarios de población, ya que los habitantes del campo se mueven en un espacio muy reducido, mientras que en las ciudades hay importantes desplazamientos matinales de la periferia al centro, donde están los lugares de trabajo, y por la noche se produce el fenómeno inverso, hacia las ciudades-dormitorio.
Por su funcionalidad, estructura, tamaño o localización, se pueden distinguir diversas formaciones urbanas.
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