Enciclopedia de Reliqión
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San Agustín - pág.2
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San Agustín redobló entonces sus esfuerzos para reanimar la iglesia cristiana en aquella región, defendiendo la unidad y la ortodoxia frente a las herejías que proliferaban en la época. Hacia el año 400 culminó la redacción de las Confesiones, en las que, con extraordinaria profundidad psicológica, analizaba su vida pasada y exponía las verdades de su fe. Durante los años siguientes redactó innumerables homilías, sermones y textos polémicos y doctrinales, así como dos grandes tratados teológico-filosóficos, De la Trinidad y La ciudad de Dios.
El pensamiento de san Agustín se situó entre dos extremos que señalaba en los Soliloquios, escritos tras su conversión: "Quiero conocer a Dios y al alma. ¿Nada más? Nada más en absoluto." No trataba, por tanto, de elaborar una doctrina filosófica, sino de llegar a Dios: hay que "creer para entender" y "entender para creer". Es decir, la fe es necesaria para utilizar adecuadamente la razón y, a la vez, la primera ha de estar apoyada en la segunda, ya que el curso natural de nuestro razonamiento correrá por caminos paralelos a los que la fe nos enseña.
San Agustín distinguía entre el conocimiento sensible, el racional inferior y el racional superior, si bien en los tres es el alma la que da unidad al saber.
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