Ferrocarril

Indice General | Enciclopedia de Transporte

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El siglo XIX vio el nacimiento y el desarrollo de un complejo sistema de transporte terrestre que habría de ejercer una positiva influencia en la economía mundial. En efecto, el ferrocarril, que desplazó a las diligencias por su mayor velocidad y capacidad, compite modernamente con medios de transporte posteriores como los vehículos de motor y los aviones. El ferrocarril es un sistema de transporte sobre un camino de carriles o rieles constituido por vehículos que se desplazan independientemente o formando una sucesión de vagones que son arrastrados por un medio de tracción que suele ser una locomotora. El mantenimiento de los distintos elementos de este medio de transporte contribuye al desarrollo industrial, al favorecer la creación de importantes industrias auxiliares. Invención y desarrollo de la locomotora de vapor Uno de los primeros antecedentes de la locomotora impulsada por vapor fue el vehículo autopropulsado ideado en Pekín en el año 1681 por el misionero jesuita francés Ferdinand Verbiest. En 1769 un militar también francés, Joseph Cugnot, construyó en París un vehículo desplazado por la acción del vapor para el transporte de municiones. Sin embargo, la aparición de la locomotora, y con ella del ferrocarril, se ha relacionado tradicionalmente con el nombre del ingeniero británico Richard Trevithick. Después de varios intentos, Trevithick construyó en 1804 una locomotora de cuatro ruedas deslizada sobre carriles de hierro colado, que fue capaz de arrastrar cinco vagones con diez toneladas de carga y setenta pasajeros a una velocidad de 8 km/h. Aunque el proyecto no consiguió el apoyo económico necesario, los resultados conseguidos impulsaron a los ingenieros a estudiar la posibilidad de construir vías férreas y conjuntos de vehículos capaces de recorrerlas. Por otra parte, se había comprobado que las ruedas giraban en el vacío y resbalaban sobre las vías sin lograr desplazar el tren. Debido a la inexistencia de una exacta proporción entre el peso de la locomotora y la carga arrastrada, para resolver el problema se apuntaron algunas soluciones, una de las cuales consistía en lubricar los rieles para disminuir el esfuerzo de tracción. El recurso hubo de rechazarse, ya que el aceite disminuía la adherencia necesaria para la locomoción. Otra solución fue aportada por el británico John Blenkinsop, quien, en 1812, construyó una locomotora que, desplazada sobre carriles de hierro fundido, disponía de dos cilindros verticales, los cuales movían dos ejes unidos a una rueda dentada que accionaba una cremallera, que a su vez discurría entre los carriles.